Entrevista a La Vanguardia
Únicos
Ninguna persona es mejor ni peor que otra.
Ni tampoco igual a otra. Lo que nos hace humanos es que cada uno de
nosotros es único. Así que ríase, con la neurociencia, de quien diga que
alguien es más listo que otro: ¿listo para qué? Cualquier talento no es
sino capacidad de adaptación al entorno: inteligencia. Por eso, Gardner
sostiene que hay más de una. Y ahí no acaba nuestra diversidad: cada
cultura y cada persona entiende esa teoría –todas las teorías– a su
manera. Manera, además, que varía con la edad: cuanto más envejeces, más
difícil te resulta adaptar tu vida a las nuevas ideas y menos
adaptarlas cómodamente a tu modo de vivir sin variarlo. Por eso, creer
saber envejece y querer saber rejuvenece.
Por qué cuestiona que la inteligencia es lo que miden los tests?
Porque
yo soy un científico y hago experimentos y, cuando mido la inteligencia
de las personas, descubro que algunas son muy buenas solucionando
problemas pero malas explicándolos. Y a otras les pasa lo contrario.
¿Y si hay personas diversas es porque también tiene que haber diversos talentos?
Por
eso he dedicado 400 páginas a describir siete tipos de inteligencia:
lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal,
interpersonal e intrapersonal.
¿Y por qué no muchas más: la culinaria o la mística o la teatral o la ecológica?
Porque
no cumplen los requisitos que sí cumplen esas. Y espero acabar
demostrando que además hay una inteligencia naturalista, otra pedagógica
y otra existencial para plantearnos preguntas trascendentes. Pero no
más.
Hoy los colegios ya plantean sus programas según esas inteligencias múltiples.
Y yo no me dirigía a los pedagogos, pero fueron ellos los primeros que adoptaron mis teorías.
¿Por qué?
Porque
comprobaban cada día en las aulas que las categorías de tonto o listo
no cubren la diversidad del talento humano. Y, por tanto, que los tests
de inteligencia no miden realmente nuestras capacidades, sino óolo la
de resolverlos.
Su teoría, además, era cómoda para consolar a niños con malas notas y a sus papás.
Se
abusó de ella al principio porque no se comprendió bien. En Australia,
la administración la manipuló para explicar que había grupos étnicos que
tenían inteligencias diferentes de otros.
¡Qué peligro!
En
ese punto, empecé también a preguntarme por la ética de la inteligencia
y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la política,
las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas
para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas.
Esa ya es una pregunta filosófica.
Pero
yo soy un científico e inicié un experimento en Harvard, el Goodwork
Project, para el que entrevisté a más de 1.200 individuos.
¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?
Descubrimos
que no los hay. En realidad, las malas personas no puedan ser
profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan
pericia técnica, pero no son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre E CE: excelentes, comprometidos y éticos .
¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?
No,
porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu
ego, tu ambición o tu avaricia . Si no te comprometes, por tanto, con
objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y
eso exige ética.
Para hacerte rico, a menudo estorba.
Pero sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no excelente.
Resulta tranquilizador saberlo.
Hoy
no tanto, porque también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la
necesidad de ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin
dar codazos no triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han
logrado el éxito.
“Señor, hazme casto, pero no ahora”.
Como
san Agustín, en efecto. Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y
profesionales comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir,
a dejarse llevar por la inercia social e ir a la universidad, porque es
lo que toca tras la secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca
tras la universidad..., pero sin darlo todo nunca.
Sin ilusión, la vida se queda en obligación.
Y
otros son transaccional es: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian
por el título; y después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo,
pero sin interesarse de verdad limitan su interés y dedicación. Y son
mediocres en todo.
¿No descubren algún día de su vida algo que les interese realmente?
Algunos
no, y es uno de los motivos de las grandes crisis de la madurez, cuando
se dan cuenta de que no hay una segunda juventud. Otra causa es la
falta de estudios humanísticos: Filosofía, Literatura, Historia del
Pensamiento...
¡Qué alegría! Alguien las cree necesarias...
Puedes
vivir sin filosofía, pero peor. En un experimento con ingenieros del
MIT descubrimos que quienes no habían estudiado humanidades, cuando
llegaban a los 40 y 50, eran más propensos a sufrir crisis y
depresiones.
¿Por qué?
Porque las ingenierías y
estudios tecnológicos acaban dándote una sensación de control sobre tu
vida en el fondo irreal: sólo te concentras en lo que tiene solución y
en las preguntas con respuesta. Y durante años las hallas. Pero, cuando
con la madurez descubres que en realidad es imposible controlarlo todo,
te desorientas.
¿En qué país influyó más su teoría de las inteligencias múltiples?
En
China editaron cientos de títulos sobre inteligencias, pero las
entendieron a su modo: querían que su hijo único fuera el mejor en
todas.
Pues no se trata exactamente de eso.
Cada
sociedad y persona entiende lo que quiere entender. Cuanto mayor te
haces, más difícil es adaptar tu vida a un descubrimiento y más fácil
adaptar el descubrimiento a lo que ya creías que era la vida. Por eso,
voy a clase a desaprender de mí y aprender de los jóvenes.